John contestó…
Experimenté una transformación gracias a nuestra Iglesia. Es en este lugar que me di cuenta de que he recibido muchas bendiciones de nuestro Padre Celestial. Es también en este lugar que he aprendido a servir a los demás.
Ha habido un par de momentos decisivos en mi vida y el más significativo de todos es haberme unido a LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS. ES UN CAMBIO CRUCIAL PARA MI FAMILIA. Entendí QUIÉN SOY. Antes de juntarme con los miembros de la Iglesia, pensaba que todo lo que había logrado se debía al trabajo arduo y a la suerte. Es en esta iglesia que llegué a entender que el Padre Celestial me ha estado bendiciendo por medio de Sus hijos. Es en esta iglesia que aprendí que “Soy un hijo de Dios”.
Mi decisión de bautizarme provino de lo que sentí al leer el Libro de Mormón y lo que vi en los miembros de la Iglesia. El ejemplo que dan los miembros se corresponde con los principios del Evangelio. No puedo ver al Padre Celestial con mis propios ojos, pero el ejemplo de ellos me ayudó a ver a Dios. Sus ejemplos, como mormones, me ayudaron a entender a Dios, a Jesucristo y al Espíritu Santo.
Tengo tres historias que contar.
Relato 1: La Gran Muralla
La primera vez que conocí a un miembro de la Iglesia fue en junio de 2004 en la conferencia Mundial de HBS [Harvard Business School] en Shanghái.
El 21 de febrero de 2005, viajé con un miembro de la Iglesia (un colega) por primera vez a Asia. Fuimos a Shanghái, Pekín, Hong Kong, Taiwán y Singapur. El 26 de febrero, sábado, hicimos una pausa después de cuatro atareados días. Decidí llevarlo a subir la Gran Muralla, comer pato a la pekinesa en el restaurante más tradicional en Qianmen y recorrer la Ciudad Prohibida. Salimos del hotel alrededor de las 8:30 a. m. y nos dirigimos a la Gran Muralla. En el auto, comenzamos a conversar sobre diversos automóviles y luego sobre las familias. Hablamos acerca de Jesucristo y sobre Mormón. Proseguimos con nuestra conversación mientras ascendíamos y caminábamos sobre la muralla, en el camino de regreso a la ciudad, en el restaurante del pato a la pekinesa y en la Ciudad Prohibida. Mientras él hablaba, yo estaba meditando. Él habló sobre muchas cosas. Yo no entendía todo lo que decía, pero sentía un espíritu que iba y venía.
Cuando volvimos al hotel, me dio un ejemplar del Libro de Mormón. Comencé a echar un vistazo al libro cada noche en el hotel, luego de nuestras reuniones de negocios del día.
Terminamos nuestro viaje en Singapur. En el auto, de camino al aeropuerto y estando todavía oscura la mañana, recuerdo que le hice la última pregunta sobre la riqueza espiritual y las riquezas materiales. Después que él se fue, regresé al hotel y llamé a mi esposa. Le conté sobre este librito de cubierta roja y le leí del libro de Moroni, el capítulo 10, los versículos 20–23. Le conté acerca de este miembro de la Iglesia SUD. “No es sólo un profesor. ¡Él es un mormón! Debo investigar esto por causa de nuestro hijo”.
Después del viaje, un viernes, recibí una llamada de él. Él vino y nos reunimos. Después de la conversación de negocios, con vacilación y nervios le hice algunas preguntas acerca de Mormón. Él sonrió y dijo: “Sabía que me preguntarías eso. Es por eso que tenía la sensación que debía venir y verte”.
Él me invitó a su capilla ese domingo. Esa fue la primera vez que yo entraba en una iglesia. La semana siguiente fue la Conferencia General, y mi esposa, mi hijo y yo asistimos.
Relato 2: SOY UN HIJO DE DIOS
Una noche, él y su esposa invitaron a mi familia a cenar en su casa para presentarnos al presidente de la misión y a su esposa. Al terminar la cena, la esposa de mi colega sugirió que ellos cuatro cantarían una canción para nosotros. La canción fue “SOY UN HIJO DE DIOS”. Su canto conmovió mi corazón. Ellos no nos estaban cantando eso por iniciativa propia. ¡Ellos lo hacían por alguien! Alguien les pedía que lo hicieran para nosotros. Su esposa dijo que Jesucristo es nuestro Salvador y que él NOS ama. Cada vez que escucho la música de este himno, su voz hace eco en mis oídos.
Desde entonces, cada jueves por la noche, estas dos familias se turnaron para venir a enseñarnos con los misioneros. Cada vez que mi esposa y yo abríamos la puerta de casa para darles la bienvenida, los veíamos como representantes enviados por el Padre Celestial. “EL PADRE CELESTIAL NOS ENVÍA A ALGUIEN A NUESTRO HOGAR”.
A pesar de que leía el Libro de Mormón cada noche y asistía a las reuniones del Barrio Nº 1 cada domingo, yo no entendía todas las cosas en el Libro de Mormón. Hacia finales de mayo y a principios de junio, descubrí que era provechoso leer junto con otros mormones.
Relato 3 - LA DECISIÓN Y EL IMPACTO EN LA FAMILIA
Por medio del Espíritu, y al comprender los principios básicos de la fe, la esperanza, la caridad, la Expiación y el arrepentimiento y viendo de cerca los ejemplos de estas dos familias, llegué a la decisión. Le dije a mi esposa: “Permíteme dar el primer paso mientras tú lo piensas”.
En el momento en que me bauticé, no veía la posibilidad de que mi esposa se uniera en algún lapso de tiempo que yo pudiera prever. Ella básicamente no pensaba en unirse a la Iglesia. Ella sólo dijo: Cuando nuestro hijo te siga, yo lo haré. Yo no tenía la menor idea de cómo un niño podría entender las complejas Escrituras.
Las cosas cambiaron. Una mañana de invierno, en el auto a las 5:30 a. m., yo estaba llevando a mi hijo a la pista de hockey de Bridgewater para un partido. En la ruta 24, me dijo de repente: “Papá, yo quisiera ser un mormón. ¿Me puedo bautizar?” “¿Cuándo me puedo bautizar?” Le dije: ‘pregunta a tu madre’ Estaba sorprendido y conmovido, y me dije a mí mismo: vas a ganar el partido de esta mañana. Resultó que él había estado escuchando nuestras conversaciones cuando los misioneros nos enseñaban.
Los misioneros comenzaron a enseñar a mi hijo. Les dijo a los misioneros que después de que su papá se bautizó, había más paz en el hogar. “Mamá y Papá ya no pelean y las discusiones se han reducido como mínimo a la mitad”.
Mi hijo dibujó un gráfico para asignar a cada uno de nosotros la oración en las tres comidas y antes de acostarnos. Él estableció la disciplina de la oración en cada comida y a la hora de acostarse. Cuando nos olvidábamos de orar en la cena, él se negaba a comer. Él se lo tomó en serio.
En resumen, los ejemplos de los mormones nos condujeron a creer en Jesucristo.
El viaje para llegar a ser un mormón me trasformó. Me di cuenta de que he sido bendecido porque yo creo que soy un hijo de Dios. El Evangelio ejerce un impacto en la forma en que llevamos la vida. El Padre Celestial envió a estos mormones para servirme de ejemplos, y estos ejemplos ejercieron influencia en mi cambio.
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